Hoy en día, escribir un blog personal es como gritar en un túnel vacío. La gente ya no lee blogs. O al menos, no como antes. Prefieren el contenido empaquetado, recortado, reducido a lo justo y necesario para no exigirles pensar demasiado. Prefieren ver la vida de otros a través de un filtro, una versión editada, calculada, que les haga sentir que están conociendo a alguien sin el riesgo de encontrarse con algo real.
Personalmente no quiero dar una versión recortada de mí. No quiero ser un personaje en una historia escrita por y para los algoritmos del internet. Lo que escribo acá no es perfecto, no es puro ni preciso. Es lo que es. Palabras que caen como caen, sin más intención que existir.
No me interesa si alguien me entiende o me malinterpreta. No me importa si caigo bien o si caigo mal. No vengo a construir una imagen, no vengo a justificarme. Soy una persona más, con lo bueno, lo malo y lo que queda en el medio. En una actualidad donde la exposición se volvió un espectáculo morboso y la privacidad es casi un crimen, decido crear este espacio como mi propio refugio, donde las palabras son libres y no tienen que rendirle cuentas a nadie.
Quizás nadie lea esto. Quizás solo quede flotando en el vacío de la web, perdido entre millones de sitios muertos. Pero eso también está bien. Escribir es de hecho, una buena practica no solo para que me lean. Sino tambien una para seguir existiendo.